Katharine Blodgett nació en Schenectady (Nueva York) en 1898, unos meses después de que su padre, que era jefe del departamento de patentes de General Electric (GE), haya sido asesinado. Luego del trágico hecho, la compañía se hizo cargo de la seguridad financiera de la familia.
Por aquellos años, la familia de Katharine se mudó a Francia donde aprendió a hablar francés con fluidez. A pesar de haber sido bien recibida en las nuevas tierras, decidió regresar para terminar la escuela en Estados Unidos, estableciéndose en Nueva York, donde tuvo la posibilidad de asistir a una escuela donde recibió la misma formación que los varones. Recordemos que, en las primeras décadas del siglo XX, ser mujer y estudiar no era algo bien visto.
En el colegio Rayson, Katharine se opuso a los estigmas de la época y solo se preocupó por destacarse en física, química y matemáticas, demostrando tener una creatividad poco común al momento de resolver los problemas. Por su gran capacidad, ganó una beca para el Bryn Mawr College, una institución universitaria para mujeres en la que ingresó con 15 años y donde obtuvo el título de Bachiller en Física. Ella supo desde temprana edad que su futuro estaba ligado a la ciencia aplicada.
Gracias a los contactos heredados de su padre, tuvo la posibilidad de visitar los laboratorios de GE en su ciudad natal, Schenectady, antes de cumplir los 18 años. En ese momento la presentaron con el reconocido ingeniero metalúrgico Irving Langmuir para explorar la posibilidad de que pudiese trabajar en el laboratorio una vez acabados sus estudios. Luego de recorrer las instalaciones y conversar durante horas, Langmuir concluyó que Katharine tenía un futuro brillante por delante y que valdría la pena que ella recibiera una formación más específica dada su gran capacidad académica. Cuando ampliase su formación científica, Langmuir le aseguró que tendría un puesto para ella en el laboratorio.
Primeros pasos en el laboratorio
En un contexto clave para la historia del siglo XX, cuando la 1° Guerra Mundial ya había estallado, Katharine se estaba matriculando en la Universidad de Chicago para un máster en física enfocado en las capacidades de adsorción del carbón en las máscaras de gas. Ella sabía que Langmuir estaba investigando este mismo asunto en su laboratorio debido al uso masivo que se estaba haciendo de los gases como arma durante este período bélico.
De este modo, en 1918 y tras obtener su título, la joven científica se convertía en la primera mujer en trabajar en un laboratorio de investigación de GE, y además, con la distinción de hacerlo en calidad de ayudante de Langmuir. Blodgett y Langmuir trabajaron juntos en recubrimientos monomoleculares diseñados para cubrir superficies de agua, metal o vidrio.
En 1933 desarrolló un método usando un calibrador del color para medir el grosor de las finas películas monomoleculares. Cinco años más adelante, crearon un sistema para hacer vidrio no reflejante. El vidrio normal refleja una porción significativa de luz, sin embargo, usando un revestimiento que consiste en 44 capas de jabón líquido de una molécula cada una (cuatro millonésimas de pulgada) podría conseguir que el 99% de la luz pasara a través del vidrio. Bajo el nombre "Film Structure and Method of Preparation", registró este método con la patente #2,220,660 en marzo de 1938. Durante muchos años, ésta fue la forma de realizar cristales transparentes.
Vale destacar que durante su trabajo profesional le fueron aprobadas 8 patentes en los Estados Unidos y 2 en Canadá, y publicó 30 artículos de investigación.
Para conocer algo más de su vida y su obra sugerimos el siguiente video: