A principios del siglo XX, inspirada por el arte clásico griego, Duncan desarrolló una nueva forma de baile que rompió con todos los criterios del ballet clásico. Lo hizo descalza y vestida en túnicas estilo griego. Su baile estaba libre de estructuras, pasos y posiciones que condicionaban al ballet clásico.
Además de sentir fuerte pasión por el arte clásico griego, ella se inspiró en la naturaleza y en todos aquellos movimientos naturales y libres que ellas habitaban. Como buena revolucionaria, utilizó el arte para abrir más posibilidades. Para probar algo nuevo y liberador para el cuerpo y el espíritu de toda bailarina. Verla bailar, decían, despertaba algo nuevo, inquietante y por supuesto, fascinante. Ella era hipnótica.
Nacida en San Francisco en 1877, con cinco años, mientras las niñas jugaban con muñecas, ella enseñaba a compañeritas de su vecindario a mover los brazos como si fueran olas de mar. Para Isadora, que hasta ese momento era llamada por su nombre original, Angela, la danza era algo sagrado, orgánico, parte de su vida cotidiana. Desde aquellos primeros años hasta sus últimos días, ella honro la danza como expresión vital de la vida misma.
Promotora de una filosofía donde la danza ocupa un lugar sagrado
Antes de popularizar su técnica en Europa en los primeros años del siglo XX, Isadora no obtuvo éxito con sus propuestas de danza libre.
Al mudarse en 1899 a Londres, y luego a París, el público cambió y sus coreografías llamaran la atención. Con el correr de las décadas su arte se popularizó en todo Europa y Estados Unidos, momento en el que no duda en desplegar toda su potencia y desarrollar una nueva forma de baile en todos sus aspectos: Crea coreografías para la música de grandes compositores como Bethoven, Mozart y Chopin. Y desarrolla una técnica de baile completamente nueva basada en movimientos que surgen de una manera natural, fluida y libre. Priorizó el uso del plexo solar como punto de partida para generar movimientos orgánicos que expresan los sentimientos del creador.
Duncan dedicó toda su vida para visibilizar a la danza como un arte legítimo. Hizo 9 numerosas conferencias acerca de la danza y escribió The Art of Dance (El arte de la Danza), un libro que se ha convertido en un requisito de lectura para los que estudian danza. Las técnicas novedosas y las coreografías, por su parte, son uno de los más grandes legados de la danza moderna mundial.
Conservar el legado
Las Isadorables, como se llamaba a las seis discípulas de Isadora, fueron las estudiantes más destacadas de la escuela que Duncan fundó en Alemania y quienes preservaron y continuaron transmitiendo la filosofía de Isadora con presentaciones en Europa y Estados Unidos.
En 1978, la bailarina y discipula Lori Belilove fundó The Isadora Duncan Dance Foundation para preservar y presentar las obras de Duncan y, a su vez, ofrecer clases de la Técnica Duncan. También creó la compañía de baile, The Isadora Duncan Dance Company, que al día de hoy es la principal compañía dedicada a presentar las obras de Duncan. A Lori Belilove, no por nada se la conoce como la mejor intérprete de las obras de Duncan. Ella estudió con dos de las Isadorables, Anna Duncan e Irma Duncan.
Hoy en día su visión acerca de la danza como expresión de la condición humana sigue vigente en las diferentes vertientes de la danza contempóranea.
Sugerimos el siguiente video donde su más grande seguidora recién mencionada, Lori Belilove, presenta junto a su compañía una de las grandes coreografías de Duncan: