Gertrude Ederle, la primera mujer en cruzar a nado el Canal de la Mancha
Ederle se destacó como nadadora especializada en pruebas de estilo libre, donde consiguió ser campeona olímpica en 1924 en los 4 x 100 metros. En los Juegos Olímpicos de París 1924 ganó la medalla de oro en los relevos de 4 x 100 metros libre, por delante de Reino Unido y Suecia

En 1905 nació Gertrude Ederle, una de las nadadoras más recordadas del siglo XX, la neoyorquina de ascendencia alemana a la que apodaron "la reina de las olas", recordada en todo el mundo por ser la primera en cruzar unos 560 kilómetros a nado, algo impensado para ella y su familia, sabiendo que durante su niñez en Alemania debió superar el sarampión y, más tarde, un accidente en el lago antes de que aprendiese a nadar. Se conoce que ella juró que nunca más le tendrían que rescatar del agua. Y así fue. 

Siempre batió récords: Desde que comenzó a nadar en las piscinas municipales, con tan solo 12 años, ganó a mujeres mayores que ella en una competición junior de su Nueva York natal. Durante 5 años seguidos, y con tan solo 15 años, obtuvo 29 marcas nacionales y mundiales, llegando a competir en las Olimpiadas de 1924 celebradas en París, donde logró su primera medalla de oro, además de dos bronces en competición individual. 

En agosto de 1926 cuando dio su gran paso y cruzó a mar abierto el cabo de Gris Nez en Francia se convirtió en la primera mujer en cruzar a nado el Canal de la Mancha. En más de una de sus biografías, se recuerda que en aquella jornada histórica había bandera roja y que las fuertes corrientes y la lluvia Alejaron a Gertrude del recorrido fijado por unos 33 kilómetros, viéndose forzada a nadar 23 kilómetros más para alcanzar la costa inglesa. Pero una vez más, ella logró superarse, como ya lo había hecho de niña.  

Su gran hazaña le convirtió en el personaje más célebre del deporte norteamericano de la época. Vale recordar que el entonces presidente de Estados Unidos, Calvin Coolidge, invitó a Ederle a la Casa Blanca para honrarla como la mejor chica americana. 

En 1933 decidió retirarse del nado profesional a causa de sordera que arrastraba del sarampión y luego de una una trágica caída. Años más tarde, toda su experiencia y coraje fue transmitida a niños y niñas de una escuela de sordos de Nueva York a quienes enseñó a nadar y a despejar el temor de sus sueños y deseos. 
Sin descendientes directos, y con una decena de sobrinos, pasó sus últimos años en una residencia de Nueva Jersey, falleciendo el 30 de noviembre del 2003.