La infancia de Charlotte estuvo marcada por la desigualdad de género, la falta de dinero y el abandono de su padre, aspectos de su vida que luego quedaron reflejados en su autobiografía The Living of Charlotte Perkins Gilman, que finalizó en 1925 y fue publicada tras su muerte. 

Nacida el 3 de julio de 1860 en Hartford (Connecticut), a Charlotte se la conoce por su apellido de soltera, aunque en algunas pocas oportunidades se la puede encontrar por su apellido de casada, Stetson.  

En su adolescencia se relacionaba principalmente con amigas mujeres, y en especial con Martha Luther, con quien tuvo un vínculo íntimo especial, y que posteriormente Charlotte describirá en su autobiografía de la siguiente manera: “Estábamos muy unidas la una con la otra, cada vez más felices juntas, a lo largo de cuatro de esos intensos años de juventud. Ella era la persona más cercana y querida que había tenido hasta ese momento. Era amor, pero no sexo (...) Con Martha, conocí la felicidad perfecta (...) No solo nos apreciábamos mucho, sino que nos divertíamos deliciosamente juntas. 

Activismo y literatura 
Charlotte comenzó su carrera literaria en 1890 tras la publicación de poemas y textos literarios breves con fuerte critica social. Una mujer que siempre se destacó por no seguir los parámetros esperables de época según su género.  

Comprometida con la lucha por igualdad de derechos, ella aseguraba que hasta que no hubiera igualdad económica entre hombres y mujeres, y en especial en el interior de un matrimonio, no se obtendría una verdadera libertad.  

En "Mujeres y economía" (1898), su obra cumbre, explicó su punto de vista acerca de por qué los roles sexuales y maternales de las mujeres habían sido sobrevalorados, frenando el reconocimiento de sus capacidades sociales y económicas. En este libro que fue traducido en siete idiomas y se hizo mundialmente conocido en pocos años, resume la desigualdad fundamental que afligía a las mujeres americanas de clase media a principios del siglo XX.  

También fue reconocida mundialmente por su rol de oradora y su especial atención a temas referentes a las mujeres, ética, sociedad y trabajo. Charlotte, tan idealista como pro activa, siempre tuvo en claro su meta: aportar información que aporte en la transformación social de la cultura patriarcal.  

A través de sus propias experiencias de vida, ella fue forjando principios e ideas que resultaban revolucionarias para la época como por ejemplo, acceder al divorcio a principios del siglo XX, ser una madre poco convencional ya que al poco tiempo de divorciarse, impulsó a sus hijos a que estuvieran la misma cantidad de tiempo con su padre y su nueva pareja e incluso, más tiempo del que ella misma les dedicaba como consecuencia de su intenso trabajo y activismo, además de exigir la igualdad económica. 

Su obra más conocida es “El papel pintado amarillo”, que fue publicada en 1892 y estuvo basada en un relato breve con información autobiográfico, además de haber sido escrita tras una profunda depresión postparto.  

Entre 1894 y 1895 editó el semanal literario The Impress, que se publicaba por la Pacific Coast Women's Press Association, pero no tuvo éxito y acabó a las 20 semanas debido a la crítica social que despertó su particular estilo de vida. Fue entonces cuando, luego de meses de brindar conferencias vinculadas a la problemática entre las relaciones de género y la economía estadounidense, que comenzó a escribir el primer borrador de lo que sería “Las mujeres y la economía” que, como ya mencionamos, fue publicada en 1898.  

Años más tarde se publicaba otra de sus producciones icónicas: Herland, la novela  utópica de 1915 donde describe una sociedad aislada compuesta enteramente por mujeres, que se reproducen por partenogénesis (reproducción asexual) y que da por resultado un nuevo orden social ideal que está libre de guerras, conflictos y dominación. 
Con esta novela, Charlotte es considerada como la precursora de la ciencia-ficción feminista moderna. 

Tras varios años viviendo en Nueva York, Charlotte y su segundo marido Houghton Gilman se trasladan a la antigua casa en Norwich, Connecticut. En 1934, luego de la repentina muerte de su marido de una hemorragia cerebral, Gilman regresa a Pasadena (California), junto a su hija. Al poco tiempo, se le diagnosticará un cáncer de pecho incurable. Como firme defensora de la eutanasia para los enfermos terminales, decidió que no continuaría viviendo con su enfermedad suicidándose con una sobredosis de cloroformo el 17 de agosto de 1935.