Amelia nació en Kansas, Estados Unidos, el 24 de julio de 1898, y desde muy pequeña tuvo fascinación por volar. A pesar de que su familia se oponía a tales ocurrencias ella se ocupó de hacer todo lo que tuvo a su alcance para concretar su sueño.
"Lo más difícil es tomar la decisión de actuar, el resto es mera tenacidad"
Amelia Earhart
En 1920 tuvo su primera experiencia de vuelo en compañía del piloto Frank Hawks. Fue una ascensión breve, de unos diez minutos, lo suficiente para que ella lo confirmara: "cuando ascendí hasta los sesenta o noventa metros supe que tenía que volar".
Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, Amelia y su hermana Muriel viajaron a Canadá como enfermeras voluntarias. Dedicada a la atención de pilotos heridos, se acercó hasta el Cuerpo Aéreo Real, la fuerza aérea británica, un hecho que la ayudó todavía más a determinar que ella también quería ser piloto algún día no muy lejano.
De regreso a Estados Unidos, se mudan a California junto a su madre y a su hermana. Con entusiasmo, asistió a un espectáculo aéreo en Los Ángeles, donde tuvo la oportunidad de sobrevolar un avión por ella misma. ¿Sueño cumplido? Todavía no, pero cada vez estaba más cerca. Fue nada menos que Neta Snook, pionera de la aviación femenina, quien le impartió las suficientes clases para que Amelia pudiera avanzar en su destino.
Se propuso conseguir su primer aeroplano y lo logró para fines de 1922, lo compró y bautizó con el nombre de El Canario. En ese momento, y junto a su nuevo aliado, consiguió su primer récord de altitud al volar a 14.000 pies (4.267 metros) de altura.
Un hito: sobrevolar el Atlántico por primera vez
En 1923 consiguió la licencia como piloto profesional, y cuatro años más tarde, en paralelo con su entrada a Asociación Aeronáutica Internacional, comenzó a ser reconocida como uno de los mejores pilotos estadounidenses.
En 1927 también ocurre un hecho que la empuja al reconocimiento mundial y a dar un salto para siempre en su vida: Es convocada por la multimillonaria Amy Guest, a quien también le gustaba volar, a ser parte del primer vuelo femenino sobre el Atlántico. En ese momento, la tarea de organizar tal empresa quedó a cargo del famoso editor George P. Putnam, con el que más tarde Amelia se casaría. Al año siguiente, Amelia recibió la oferta oficial para formar parte de la tripulación junto con el piloto Wilmer Stultz y el mecánico Louis Gordon, convirtiéndose así en la primera mujer en cruzar el Atlántico.
A bordo de un Fokker FVII bautizado con el nombre de Friendship y tras un vuelo de 20 horas y 40 minutos desde Trepassey Harbour, Terranova, a Burry Port, Gales, Amelia se convirtió en la primera mujer en cruzar el Atlántico.
Su fama crecía mientras continuó volando a lo largo y ancho de Estados Unidos en diversos vuelos comerciales y travesías. Para fines de 1935 rompió un nuevo récord con una travesía en solitario: realizó un vuelo sin escala en unas 14 horas entre la ciudad de México y Nueva York.
Su última gran travesía
En 1937, anunció que intentaría dar la vuelta al mundo por una ruta hasta el momento nunca transitada. Junto con su copiloto y navegante, el capitán estadounidense Frederick J. Noonan, se proponía circunvolar el globo en un bimotor Lockheed Electra 10-E siguiendo la línea del ecuador.
El viaje inició el 1 de junio de 1937, desde Miami (Florida) hasta San Juan de Puerto Rico; desde allí volaron a Caripito, al este de Venezuela, continuaron hasta África pasando por el mar Rojo. Y en este punto quedaron para siempre marcados con un vuelo inédito en la historia de la aviación, dirigiéndose a Karachi, la capital de Pakistán, luego a Calcuta y pusieron rumbo a Calcuta, Rangún, Bangkok, Singapur y Bandung, en Java occidental.
Tuvieron que frenar por unos 10 días a causa de mal tiempo, algunas reparaciones y por la fiebre intensa que contrajo Amelia. Finalmente, el 27 de junio partieron hacia Darwin (Australia) donde Amelia ordenó devolver los paracaídas porque consideró que no serían necesarios en lo que restaba del viaje. Tras 30 días de travesía y haber completado 35.405 kilómetros en treinta días, llegaron a Papúa Nueva Guinea; aún faltaban 11.265 kilómetros por recorrer. El 2 de julio, con unos 2.000 galones de combustible (7.570 litros), y tras unas 21 horas volando, Amelia y su copiloto levantaron de nuevo el vuelo en medio de un fuerte temporal. Se encontraban en la penúltima etapa, la que preveía llevarlos hasta la isla Howland, Australia, pero en ese trayecto se perdió el contacto con ellos para siempre.
El último comunicado advertía lo siguiente: "KHAQQ llamando al Itasca. Debemos estar encima de ustedes, pero no los vemos... El combustible se está agotando...", se perdió todo contacto con el avión. Fuentes no oficiales todavía sostienen que el avión se vió obligado a realizar un aterrizaje forzoso en las islas Fénix del Pacífico, donde habrían sobrevivido como náufragos. En cambio, desde la mirada oficial, se dice que la nave se quedó sin combustible cayendo inevitablemente en las aguas del Pacífico.
De cualquier manera, el recuerdo de Amelia y su aporte inconmensurable para la aviación, y en particular para la incorporación de las mujeres a este campo laboral -que en ese entonces nos era negado y que ella promovía en cada oportunidad pública-, hizo que todos sus esfuerzos valieran sobradamente la pena.
