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Reino Unido

Ada Lovelace, ella fue la primera programadora de la historia

La matemática británica Ada Lovelace desarrolló el primer algoritmo destinado a ser procesado por una máquina, además de ser la primera en publicarlo en el marco de un trabajo científico.

Redacción Innovadoras
19/05/2021 3 min
Ada Lovelace
Ada Lovelace — Archivo

Ada Lovelace nació un domingo frío, era 10 de diciembre, y corría el año 1815.  Fue la única hija legítima de Anna Isabella y del poeta lord Byron, quien decepcionado de que haya nacido mujer,  no tardó en demostrarlo y en comportarse de forma indiferente con ella. 

Su madre, al enterarse al poco tiempo de su nacimiento que Lord Byron le era infiel con su hermanastra, se separó y se aseguró de que no se volviera a acercar a ellas bajo amenaza de hacer pública sus infidelidades. El poeta Byron, en ese momento, decidió abandonar Inglaterra para siempre. 

Por su parte, Lady Byron estimuló el interés de su hija por la ciencia y la tecnología y evitó que Ada se inclinara por cualquier característica poética que pudiera venir de su progenitor. ¿Cuál fue su estrategia? Llevó a Ada de visita a las regiones industriales de Inglaterra para que ella misma pudiera sorprenderse con las novedosas máquinas que existían en aquel momento, como ocurría con el “telar de Jacquard” (un telar mecánico inventado por Joseph Marie Jacquard que utilizaba tarjetas perforadas). También avivó la llamada de la incipiente amistad con la prestigiosa científica Mary Somerville, quien se convirtió en su modelo y mentora. 

El año que cumplía dieciocho años, Ada empezó a asistir a las fiestas de la alta sociedad londinense. Así conoció a Charles Babbage, una de las pocas personas que comprendía su fascinación por las cuestiones de mecánica. Babbage tenía cuarenta y cuatro años en ese momento y era conocido, entre otras cosas, por la investigación que tenía entre manos, una calculadora mecánica que funcionaba sin la ayuda de un humano a la que llamaba la máquina diferencial. 

Por otra parte, en aquellos años se había hecho famoso un avanzado artilugio, el telar de seda de Joseph Marie Jacquard, con el que ella estaba totalmente fascinada. Le maravillaba la posibilidad de idear y construir máquinas como la de Jacquard, que permitieran al ser humano controlar procesos que hasta ese momento resultaban imposibles de abordar. 

Así nacía una entrañable amistad entre Ada y Babbage, un estímulo intelectual clave a lo largo de toda su vida. Fue él quien le ayudó a avanzar en sus especulaciones sobre el cálculo hasta concebir una brillante idea: construir un telar de Jacquard aplicado a los números, en otras palabras, una computadora. 

En 1842 realizó su único trabajo profesional. La revista Scientific Memoirs le encargó la traducción de un artículo escrito en francés en el que se describía la máquina analítica de Babbage. Su amigo, le sugirió que acompañara esa traducción por notas donde explicara sus propias ideas sobre el funcionamiento de la máquina, las cuales firmó solo con sus iniciales AAL para ocultar que era una mujer (hasta 1953 no fueron publicadas con su nombre). Al final, resultaron extensas, completas y hasta se hicieron más famosas que la propia traducción. 

Ada tuvo la capacidad de imaginar y de visualizar un ordenador. Pudo ver que la máquina analítica no tenía por qué estar limitada exclusivamente al cálculo matemático, y que también podría procesar otra cosa que tuviera la capacidad de ser expresada mediante símbolos, como la palabra o la música, mediante el uso de tarjetas perforada, como lo hacían lo telares de Jacquard. Si bien no se puede asegurar que Ada formulara el primer programa informático de la historia, ya que Babbage lo había hecho un tiempo antes, sí se puede decir que ella fue la primera que lo publicó. 

Ni Ada ni Babbage lograron que el gobierno británico financiase su invento ni otorgara el enorme valor que albergaba en su interior: un salto tecnológico que no llegó a ser tal. 
A los 36 años, producto de un feroz cáncer de útero fallece dejando un legado que muchos años más tarde fueron recogidos y valorados en el ámbito científico.  
 

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