En el fascinante mundo de la biología molecular, la figura de Marianne Grunberg-Manago destaca como una pionera cuyas contribuciones han dejado una marca imborrable en la comprensión de los intrincados mecanismos que rigen la biosíntesis de las proteínas. Nacida el 6 de enero de 1921 en San Petersburgo, esta científica francesa de origen ruso fue una mente brillante cuya carrera abarcó décadas y fronteras, dejando un legado que va más allá de su tiempo compartido con el renombrado bioquímico español Severo Ochoa.
Después de emigrar a Francia con sus padres a una edad temprana, Marianne Grunberg-Manago se sumergió en el mundo de las Ciencias Naturales. Su doctorado en el laboratorio de Biología Marina de Roscoff en 1947 marcó el inicio de una pasión que la llevaría a investigar en profundidad la biología molecular.
En la década de 1950, la vida académica de Grunberg-Manago dio un giro significativo cuando se unió al laboratorio de Severo Ochoa en Nueva York. Su encuentro con Ochoa en 1952 durante un congreso en París marcó el inicio de una colaboración que cambiaría la historia de la investigación científica.
Su contribución más destacada fue la identificación de la enzima polinucleótido fosforilasa, un descubrimiento que tuvo repercusiones enormes en la genética y la bioquímica. Aunque Ochoa recibió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1959 por la síntesis de ácidos ribonucleicos in vitro, la importancia del trabajo de Grunberg-Manago fue en ocasiones minimizada. A pesar de ser mencionada en el discurso de agradecimiento de Ochoa, no se le reconoció completamente.
El descubrimiento de la polinucleótido fosforilasa abrió las puertas para descifrar el código genético, un hito fundamental en la biología molecular. Gracias a la enzima, investigadores como Marshall Nirenberg y J. Heinrich Matthaei lograron desentrañar el código genético en 1965, un logro que llevó al Premio Nobel de 1968.
En 1956, Marianne Grunberg-Manago regresó a París, donde continuó su carrera como jefa de un grupo de investigación en el IBPC. Su trabajo en Francia se centró en el código genético y el mecanismo de la traducción. Contribuyó significativamente al entendimiento de la iniciación de la síntesis proteica y los aspectos dinámicos de los ribosomas.
La extraordinaria carrera de Grunberg-Manago fue reconocida con numerosos premios y distinciones, incluyendo ser la primera mujer presidenta de la Academia Francesa de las Ciencias y de la Unión Internacional de Bioquímica y Biología Molecular. En 2008, recibió la Légion d'Honneur con el rango de Grand Officier.
Marianne Grunberg-Manago falleció en enero de 2013, pero su legado perdura en los avances que hizo posible y en la inspiración que sigue brindando a científicos de todo el mundo. Su vida y obra son un recordatorio de la importancia de reconocer y valorar las contribuciones de las mujeres en la ciencia, un camino que ella trazó con distinción y dedicación.