El 12 de octubre de 1968, el mundo entero volcó su mirada hacia Ciudad de México, donde se celebraban los Juegos Olímpicos de Verano. En medio de la emoción y la anticipación, una joven velocista mexicana de tan solo 20 años, Enriqueta Basilio, hizo historia al encender el pebetero olímpico, convirtiéndose en la primera mujer en llevar a cabo este emblemático acto.
El encendido de la llama olímpica es un momento simbólico en cada edición de los Juegos Olímpicos. En 1968, este honor recayó en Enriqueta Basilio, una velocista mexicana que ya había destacado en el atletismo. Su elección para este papel histórico no solo reconoció su talento deportivo, sino que también marcó un hito en la inclusión de las mujeres en roles destacados en el mundo del deporte.

La vida de Enriqueta Basilio estuvo marcada por el esfuerzo y la perseverancia. Nacida el 15 de julio de 1948 en Mexicali, México, desde joven mostró un talento innato para la velocidad y se convirtió en una de las mejores velocistas de su país.
El 26 de octubre de 2019, Enriqueta Basilio nos dejó a los 71 años de edad, pero su legado perdurará para siempre. Su vida es un testimonio de cómo el deporte puede ser un vehículo para la igualdad y la superación personal. A lo largo de los años, su nombre seguirá siendo sinónimo de valentía, determinación y logros extraordinarios.
Hoy, recordamos a Enriqueta Basilio como un ícono del deporte y un símbolo de la lucha por la igualdad de género en el ámbito olímpico. Su encendido de la llama olímpica en 1968 no solo iluminó el estadio, sino que también iluminó el camino para las futuras generaciones de mujeres atletas que sueñan en grande y se atreven a alcanzar las estrellas. Su legado nos inspira a todos a seguir persiguiendo nuestros sueños con pasión y determinación.