Procedente de una familia gitana de artistas, Carmen Amaya, nació en el humilde barrio barcelonés de Somorrostro. la fecha de su nacimiento es controvertida debido a la falta de documentos que la confirmen, pero su legado artístico es incuestionable. Se cree que nació en 1913, 1915 o incluso 1918, y se ha aceptado el 2 de noviembre para celebrar su nacimiento que hoy conmemoramos.

Desde niña bailaba en la playa y comenzó a acompañar a su padre, José Amaya (conocido como "El Chino"), un guitarrista gitano, y a su tía Juana, una bailaora, a las tabernas de Barcelona, donde tocaban y bailaban para ganarse la vida. Aprendió los primeros pasos de su tía y, con el tiempo, desarrolló su propio estilo de baile, fusionando la tradición con su espíritu libre y apasionado.

Pronto desafió las convenciones de su época al dominar el zapateado, una técnica de pies que solía estar reservada para los mejores bailaores masculinos debido a su velocidad e intensidad. A menudo se la veía usando pantalones de cintura alta, un símbolo de su fuerte carácter y su deseo de desafiar las normas establecidas.

Saltó a la fama cuando un exitoso empresario de espectáculos, Josep Santpere, se interesó por ella y la introdujo en teatros de renombre, lo que la llevó a su debut en el Teatro Español de Barcelona y, posteriormente, en el Teatro Palace de París.

Su nombre apareció por primera vez en la prensa durante la Feria Internacional de Barcelona en 1929, cuando el crítico de arte Sebastià Gasch la vio bailar y la describió como una fuerza de la naturaleza. La Capitana, como la llamaban, cautivaba a su audiencia con su ardiente baile y su impresionante precisión. 

El empresario Vicente Escudero predijo que Carmen Amaya revolucionaría el flamenco al fusionar la tradición con un estilo más contemporáneo. Durante los años 30, Carmen trabajó en España y en el extranjero, incluyendo una exitosa gira por América del Sur y América Central.

En 1952, se casó con el guitarrista Juan Antonio Agüero. Esta fue una época de gran éxito para ella, y vivió momentos emocionantes, como la inauguración de una fuente en Barcelona que lleva su nombre.

En Estados Unidos, Carmen Amaya conoció a muchas de las personalidades más influyentes de su época, incluido el presidente Franklin Roosevelt, quien le regaló una chaqueta bolera con incrustaciones de oro y brillantes. Carmen también actuó en el Carnegie Hall de Nueva York, donde impresionó a figuras como Toscanini.

Regresó a España en 1947 como una figura de renombre mundial y una verdadera leyenda. A pesar de su éxito, siguió siendo generosa y carismática, ganándose el corazón de todos los que la conocieron.

A lo largo de su carrera, continuó viajando por todo el mundo, incluyendo actuaciones en Londres, París, Alemania, Italia y América del Norte y del Sur. Su influencia en el flamenco y su forma única de bailar dejaron una huella imborrable en la danza flamenca y en la historia del arte.

Falleció en 1963 debido a una enfermedad renal en Begur, Girona. Su legado perdura a través de su influencia en el baile flamenco y su carácter inolvidable. Fue galardonada con la Medalla del Mérito Turístico de Barcelona, el Lazo de Isabel la Católica y el título de Hija Adoptiva de Begur.

Carmen Amaya, la Reina del Flamenco, sigue siendo un ícono de la danza flamenca y una fuente de inspiración para bailaores de todo el mundo. Su espíritu apasionado y su contribución al mundo del arte la convierten en una leyenda eterna del flamenco. A menudo se la ha llamado "la mejor bailaora de flamenco de todos los tiempos" y "la personalidad más extraordinaria en la historia del baile flamenco".